Toda historia de transformación empieza con un acto de insatisfacción.
En mi caso, empezó al mirarme al espejo y preguntarme:
¿Esto es todo?
Tenía un trabajo estable en la empresa familiar, una niña pequeña a quien apenas veía despierta, y un reloj que devoraba los días como un monstruo insaciable.
Lo tenía “todo”, salvo a mí misma.
He aprendido que el éxito no es una línea recta, sino una costura hecha de hilos rotos, remiendos y puntadas nuevas.
He aprendido que reinventarse no es solo cambiar de trabajo; es desmantelar una vida que ya no te cabe… y atreverse a construir otra.
He aprendido que las relaciones, especialmente las de pareja, nos reflejan esas partes que por nosotras mismas no queremos —o no podemos— ver: nuestras sombras.
Y no es fácil, por supuesto. Hace falta la humildad de reconocer y aceptar lo que debemos trabajar.
Pero ahí está lo fascinante de la vida: en cada etapa aparecen maestros que nos ayudan a evolucionar.
Aprendí que la queja me alejaba de mi esencia y propósito. Aprendí que hacerse responsable de una misma, con todas sus consecuencias, es el verdadero punto de partida.
Dejé la empresa familiar pese a las voces que me llamaban loca, egoísta, irresponsable. Lo hice porque mi alma —terca como pocas cosas— me gritaba que ya era hora.
Ya había vivido la renuncia de olvidarme a mí misma.
Ya había sobrevivido a una relación de pareja infernal.
Y lo logré gracias a pedir ayuda profesional.
Ya sabía lo que es fracasar en un negocio propio, cerrar, volver a empezar.
Y aun así, cuando nació mi hija, entendí que lo más valioso no era darle cosas, sino darle un ejemplo.
El ejemplo de una madre que se elige, que crece, que se arriesga.
Así que salté.
Me formé en coaching, liderazgo, inteligencia emocional, coaching con PNL, coaching de valores, sistémica, neuromarketing… porque siempre sentí que faltaba una herramienta más, una llave más, un idioma más para hablarle a quien llega buscando luz.
Me encanta aprender.
Pero fue cuando a mi madre le diagnosticaron cáncer cuando comprendí la gran verdad:
Las emociones no se gestionan desde los libros.
Acompañar no es salvar; es estar.
Y para estar con otros, primero hay que aprender a estar con una misma.
El camino no fue nada fácil, por supuesto lleno de obstáculos, barreras...
Ahí nació mi filosofía VIP
VIP no como lujo externo, sino como revolución interna:
✅ V de Valores → lo que de verdad importa,
💫 I de Intuición e Intención → escuchar esa voz interna que no se calla,
🔥 P de Propósito → el para qué, que nos sostiene cuando todo tiembla.
Hoy acompaño a mujeres que sienten que su vida pide un cambio.
A las que están al borde de una decisión, de un quiebre, de un salto.
No porque yo tenga la receta perfecta, sino porque he caminado sin mapa, he llorado, he roto moldes, he desafiado lo que otros esperaban de mí.
He aprendido que sentirse vulnerable no es una debilidad.
Es, a veces, la mayor muestra de fuerza.
Pronto lanzaré Movimiento VIP, un espacio para quienes quieren dejar de sobrevivir y empezar a vivir.
Para quienes están listas para tratarse como la persona más importante de su vida.
Porque el mayor lujo no es el “todo incluido” de un hotel.
Es mirarte al espejo, sonreírte… y elegirte a ti.
Apoyo estratégico con glamour.
Porque tu vida no es perfecta, pero puede ser extraordinaria.
Con cariño,
Raquel Íñigo
✨ Próximamente: ✨Movimiento VIP: el arte de elegirte a ti. 🌹
Un espacio para mujeres que están listas para elegirse.
Para las que quieren dejar de sobrevivir y empezar a vivir.
VIP no es lujo externo, es revolución interna.
Es mirarte al espejo y reconocer tu valor.
Es escuchar tu intuición, marcar tu propósito, abrazar tus emociones, romper tus límites.
En Movimiento VIP no te prometo atajos mágicos.
Te prometo compañía, guía, estrategia.
Y la certeza de que extraordinaria no significa perfecta.
💥 Porque tu vida no espera.
Y tú mereces ser la persona más importante de tu vida.
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Esto si quieres sumar comunidad desde ya.