Vivimos en una época en la que el silencio es casi un lujo. Octubre trae su propio murmullo de hojas secas, pero a veces, lo que nos sacude no es el otoño, sino el bullicio mental que llevamos dentro. Cuando todo afuera grita —las notificaciones, las expectativas, las voces propias y ajenas—, ¿qué nos sostiene por dentro?

Las anclas pequeñas, invisibles

A menudo pensamos que lo que nos salva son los grandes gestos: hacer un cambio radical, mudarnos, dejarlo todo. Pero lo que más me ha sostenido en momentos de caos no ha sido lo dramático, sino lo diminuto. Una taza caliente entre las manos. Apoyar la espalda en una pared fría y sentirla firme detrás. Ese paseo corto para despejarme, aunque no resuelva nada. Como si la calma no viniera a resolver, sino a acompañar.

Recuerdo una noche en que estaba abrumada por una decisión difícil. No encontraba respuestas. Al final, apagué el ordenador, encendí una vela y me senté en el suelo. No vino ninguna iluminación mística. Pero al día siguiente, mi mente estaba menos nublada. A veces, el gesto de quietud no es mágico, pero es profundamente práctico: nos permite volver a escucharnos.

El vacío que pocos nombran: cuando no sabes qué te sostiene

Aquí está lo que casi nadie dice: no siempre sabemos qué nos hace bien. Hay etapas donde lo que antes funcionaba ya no sirve. Donde nuestras anclas se oxidan. Y eso no significa que estemos fallando. Significa que estamos vivas, en transición. Como una casa que se está reformando por dentro: por fuera puede parecer intacta, y en medio de ese caos, claro que no es fácil sentirse estable. También es la promesa de algo nuevo, el inicio de un cambio que nace de dentro hacia afuera.

Me he encontrado ahí más de una vez: prácticas que antes me calmaban, de pronto no me decían nada. Rituales que perdían sentido. Y he aprendido que a veces el mayor gesto de autocuidado es dejarme estar en ese no saber, sin correr a llenarlo. Confiar en que, como el mar después de una tormenta, la marea baja trae su propio orden.

Te dejo preguntas para abrir espacio:

  • ¿Qué pequeño gesto me calma, incluso si no arregla nada?
  • ¿Qué me anclaba antes y hoy ya no?
  • ¿Cómo puedo ser paciente conmigo mientras busco nuevas raíces?

Sostenerse como un árbol flexible

Me gusta imaginar que somos como árboles. Cuando hay tormenta, no resisten por rigidez, sino por flexibilidad. Sus raíces se agarran a la tierra, pero sus ramas saben moverse con el viento. Así también nosotras: lo que nos sostiene no es no sentir el temblor, sino saber que, aunque tiemble, no caemos.

Así que este mes, no busques eliminar el ruido. Busca tu nota en medio del ruido. A veces es un silencio. A veces es una canción bajita. A veces es solo el recuerdo de que has sobrevivido otras tormentas.

Te leo, te escucho: ¿qué pequeño gesto te sostiene estos días cuando todo parece demasiado?

Raquel Íñigo – Tu coach emocional(y compañera de reencuentros contigo misma) 🌱

Si este artículo te tocó, esto es para ti:

💌 Vuelve a ti en solo 5 minutos

Te regalo un audio suave + una mini guía para reconectar contigo.

Este regalo es solo el principio… lo que viene es aún más tuyo 🌷

¿Te apetece continuar esta conversación?

Tu palabra también importa. Comparte lo que te resuena, te inquieta o te inspira... Te leo con cariño 🌷

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad