Octubre llega como un susurro: se apaga el brillo del verano, y la tierra húmeda nos recuerda volver al cuerpo.. Es un mes que invita a revisar qué hábitos nos sostienen y cuáles solo llenan espacio. Porque no todo lo que hacemos suma. Algunos hábitos te abrazan, otros —sin querer— te aprietan.
¿Nutrir o agotar? Esa es la pregunta
A veces pensamos en hábitos como un checklist de productividad: medita, haz yoga, toma batidos verdes, lee cinco páginas al día… Y de pronto, lo que nació para cuidarte se convierte en otra carga. Lo sé porque lo he vivido: recuerdo cuando decidí levantarme a las cinco de la mañana para “aprovechar el día”. Lo único que aproveché fueron más ojeras. Me di cuenta de que no era el horario lo que importaba, sino cómo me sentía al hacerlo.
Un hábito que nutre no es el que suena bonito en redes, sino el que resuena contigo. Puede ser salir a caminar sin objetivo, desayunar en silencio, decir “hoy no hago nada” sin culpa. Es como preparar un desayuno lento para alguien que amas: sin prisa, sin receta, solo con ganas de cuidar.
Y a veces, cuidarte se parece más a eso: a aflojar los cordones de los zapatos después de un día largo, dejar que entre el aire, permitirte aflojar también por dentro.
La constancia suave: sostenerte sin romperte
Aquí está la antítesis poderosa: la constancia no es rigidez. Todo lo rígido, como un plástico, acaba quebrándose; lo flexible, como un junco, se dobla con el viento y sobrevive. Ser constante no es no fallar nunca, es volver a elegirte aunque hayas fallado. Como quien riega una planta marchita, no porque se sienta perfecta, sino porque sabe que merece volver a brotar.
Y algo aún más profundo: el desde dónde. ¿Hago esto desde el amor o desde el miedo? ¿Me muevo para abrazarme o para exigirme? La energía detrás de cada hábito marca la diferencia entre nutrirme o agotarme.
Te dejo preguntas para escucharte:
- ¿Este hábito me abraza o me aprieta?
- ¿Lo hago porque me nutre o porque temo parar?
- ¿Cómo sería sostenerme con amabilidad, no con exigencia?
Personalmente, mis mejores hábitos han sido los que nacieron de la ternura: bailar en casa sola, escribir tres líneas en un cuaderno, apagar el móvil una hora. Pequeños gestos que, sin pretenderlo, me devolvían a mí.
Este mes te invito a conectar con lo que verdaderamente te nutre, no con lo que dictan las listas de “debería” hacer. Cuando cultivamos hábitos desde el disfrute, crecemos con alegría.
A veces, crecer no es exigirse más, sino tener el valor de quedarse quieta, de echar raíces donde por fin respiras.
Te leo, te escucho: ¿qué hábito te gustaría abrazar este mes, no para exigirte más, sino para habitarte mejor?
Raquel Íñigo – Tu coach emocional(y compañera de reencuentros contigo misma) 🌱